jueves, 13 de febrero de 2014

Cómo pasar un control de drogas y no morir en el intento


Este texto tiene su continuación en http://drogoteca.blogspot.com.es/2014/06/consejos-para-una-policia-cerril-una.html donde se explica lo inútil del actual sistema de multas contra las drogas en el tráfico, y como burlar todas esas multas con otras drogas no controladas en los drogotest.

Demostrando lo inútil de dicha práctica y cómo tirar el dinero de los impuestos para dar una falsa sensación de seguridad al ciudadano, que no tiene ni puta idea. 




Hace unas semanas tuve la ocasión de comprobar -de primera mano- cómo funcionan los protocolos de la Guardia Civil en asuntos de drogas y tráfico. Acababa de sacar a mi perro a un campo cercano a pasear tras pasar por casa de un amigo a ver su cultivo y de paso llevarme de regalo unos gramos de “sus yerbas olorosas” que me regaló para probarla esa noche en casa.

Yo no bebo alcohol (no me gusta), no consumo drogas cuando conduzco (como norma general, no voy a decir que nunca me haya fumado un porro -de los 5 o 6 que me fumo al día- o haya ingerido cannabis y haya salido con el coche a hacer cualquier tarea común, porque soy un consumidor crónico de cannabis por razones médicas) y no llevo encima ni papel de fumar ni pipas ni nada que resulte incriminatorio de consumo, porque las fuerzas y cuerpos de inseguridad del estado no suelen tener la misma perspectiva de quien tiene un porro en el bolso que de quien no lo tiene aunque todos sepamos que eso no quiere decir nada. Es parte del estigma residual asociado al consumo de cannabis.

Salí de la zona por donde estuve paseando, que es una zona deshabitada y llena de parcelas vacías excepto por las malas hierbas, la basura que algunos dejan y calles vacías que sólo albergan algún coche que se acerca a alguno de los escasos negocios que quedan en los polígonos industriales en las ciudades. Y ante mí tengo una carretera de dos carriles y dos sentidos, de la que tengo unos 400 metros de visibilidad por el lado derecho y unos 350 por el izquierdo, al no haber nada construido que impida la visión al conductor.
Es un tramo que recorro un par de veces al día. Y tiene un STOP.



Yo ni recordaba que tiene un stop ni lo hice, de eso estoy seguro.
Me limité a ir viendo (atendiendo) según me aproximaba a unos 20 kms/h  y asegurarme de que no venían coches ni por izquierda ni por derecha y cuando llegué a la intersección, como seguían sin venir coches, pues no paré. Lo reconozco: soy un infractor.

Recuerdo que vi venir a un coche, que precisamente me extrañó porque venía conduciendo mal: lo hacía por fuera de la carretera y aprovechando un amplio vado que ha quedado asfaltado en espera de futuras construcciones en la zona, pero además de no estar en la carretera a la que yo me iba a incorporar, venía lejos y despacio.

Me incorporo sin hacer el stop, porque era innecesario y tengo la mala suerte de que el coche que había visto que venía de forma irregular por la carretera, era un coche camuflado de la guardia civil. Y unos 20 o 30 segundos después, veo que un coche me da las luces de policía detrás de mí y no supe muy bien qué hacer, porque no supuse que fueran por mí. De todas formas, aminoré la marcha y me eché a un lado por si era por mí. Y era por mí.

De repente noto un bofetón de olor de las “yerbas olorosas” que mi amigo me había regalado y que estaban en el salpicadero del coche, sin esconder, en una simple bolsa de plástico tal y como me las dio. Y serían como 10 gramos de buen cannabis. Mi primera reacción fue abrir las dos ventanas del coche para que no se notase el olor a la yerba, y a la vez salir del coche para “alejarles” de él.
Me habían parado por no hacer el STOP. Ok.
Y eran los que venían conduciendo por vados asfaltados en lugar de por la carretera, pero ellos son la ley. Bueno, vale.

Se me acerca el “jefecillo” de turno y me cuenta lo del stop. Directamente le digo que sí, que no lo he hecho porque no había nadie ante quien parar. El tipo me reconoce que sí, que es cierto que aunque me he saltado un stop y hay visibilidad de sobra y tampoco he puesto en peligro a nadie porque nadie había.... me he saltado un stop.

Ya veo que esto de dialogar con algunos es pedir peras al olmo. Le digo que sí, que tiene razón y que ponga la multa. Se va a poner la multa y quedan detrás de mi coche en el suyo, con las luces dadas, apuntando la trasera de mi vehículo. Y allí tengo al lado de la matrícula una pegatina del banco de semillas de cannabis Dinafem.



Al poco sale el compañero del jefecillo, que me recordaba terriblemente a Antonio Martín Beaumont -el tertuliano de 'La Sexta' de derechas pero que no parece un troglodita de la caverna- y me pregunta que qué venía fumando... le digo que mi ecig, que tengo dos, que si sabe lo que son... y me dice que no cree.... porque él ha olido a marihuana!!




En ese momento me da la risa: no venía fumando, no había fumado en varias horas ni nada, pero al tipo le olía a marihuana, y debían ser las yerbas olorosas que tenía en la guantera de mi coche...
Le veo acercarse, y las dos ventanillas seguían abiertas de par en par (por suerte) y hacía frío, viento, lluvia y de todo... era una puta tarde de perros y sólo los perros y sus amos (como el mío y yo, o estos agradables caballeros haciendo su trabajo) salimos a la calle, y el picoleto se acerca y olfatea, mira por encima pero no hace ni el amago de abrir la puerta. Vuelve a su coche patrulla y le dice algo al jefecillo, para salir inmediatamente y decirme que me van a hacer una prueba de drogas porque él ha olido a marihuana.



Yo viendo el percal le digo que sí, e invento que un amigo había estado antes fumando yerba en el coche y que le puede oler pero que yo no he fumado y que no tengo nada encima (lo cual era absolutamente cierto) que le haga pensar eso: ni papel de fumar. En ese momento me traen la primera de las multas, el jefecillo, y me regala 200 euros y 4 puntos por la gracia de Dios y su puta madre. Ok. Al menos le he alejado de la bolsa con las yerbas...

Ya tengo un premio, ya os podéis ir contentos, no?
Pues no. Les pregunto si la de las drogas es imprescindible, porque tengo que recoger a una persona en 30 minutos en un sitio, y me dicen -tras autoconsultarse entre ellos- que sí, que me ha tocado... y que tardaremos.... unos 90 minutos en total!! ¿Cómo? ¿Qué?

Mira, que me multes y me testes ya me toca los cojones pero mi tiempo no está para que tú lo tires tras ponerme una multa por no haber hecho nada a nadie....ah sí, a la autoridad de la señal de STOP.

Y me dice que van a ser 30 minutos en que venga la furgo, 30 en la primera prueba, y 30 en la segunda y rellenar papeles. Le explico al agente, con educación siempre, que soy INSOLVENTE: no tengo un duro, nada a mi nombre, derecho a justicia gratuita, beneficiario de la seguridad social y sobre todo pobre. Que no he roto la primera multa en su cara por no montar un número, pero que jamás (y repito: jamás) van a cobrar una multa de ese tipo mía.... JAMÁS.

El guardia civil parecido a Beaumont me mira y se encoge de hombros. En ese momento me doy cuenta de que los dos, él y yo estamos pillados en una mierda distinta pero en el mismo sitio.
Me pongo a charlar con él y me dice que no hace falta que esté fuera y a la lluvia, que yo me puedo meter en el coche. Pero me quedo a hacerle compañía, porque chupaba frío allí mientras el jefecillo se la pelaba en el coche camuflado del que me encargue de tomar a fondo su matrícula.

Saqué a mi perro y nos pusimos a charlar el picoleto y yo. Era un buen tipo, fue mi primera impresión y la confirmada hasta el final. Y se dio pie a una conversación extraordinariamente interesante: empezamos a hablar de su vida y la mía, hasta que acabé diciéndole que ellos con su trabajo iban a pagar al abogado que me iba a defender de ellos y su acusación con su dinero para que pasase lo que fuera no pagase.... y que eso no tenía mucho sentido. Él se revolvía y me decía que de algún lado me cobrarían, y estuvimos mirando en qué plazo caducaban las multas (no estaba seguro y decía que 5 años) pero no lo veíamos claro que yo en ese tiempo fuera a tener una nómina de donde el estado me pudiera meter mano: sólo metálico y Bitcoin.



Al final aceptó que era una incongruencia y yo le decía que a lo mejor no me importaba pagar multas chorras si tuviera su trabajo: con pagas extras, complementos y vacaciones pagadas. Que escribir no da para esos lujos. Y en ese momento me di cuenta que podía ser interesante contar la historia de lo que estaba pasando. Se lo comenté al picoleto y no sabía si le estaba vacilando o lo decía en serio, y al final se dio cuenta de que iba muy en serio con lo de escribirlo, y que lo haría. La tarde-noche cambiaba y se ponía interesante.

En ese momento llegaba la furgoneta con las maquinitas de alcohol y drogas.
Yo me alegré de que acabase la espera y quería entrar a verla ya.
Pero no me dejaban. Me dejaron solo esperando en la calle unos minutos. (Y SI ME FUGO QUÉ???)

Estaban hablando entre ellos allí dentro, y supongo que de mí porque cuando entré, el que me iba a hacer la prueba -un picoleto más joven que parecía Karra Elejalde el día de su boda en Airbag- ya sabía a qué me dedicaba y que lo de las drogas era mi tema. La verdad es que me miraba como si nunca hubieran visto algo así: un tipo para esa prueba deseando subirse a la furgoneta para verla...



Me sientan allí. Hay dos plazas de mierda donde no te cabe medio culo, y enfrente tienes a uno de los que te paró y al de la maquinita. Me explicaron cómo iba la cosa: dos test, uno primero para dar positivo mediante un reactivo que se empapa en saliva a ciertas drogas. El segundo para tomar una muestra de saliva en caso de positivo y que la analicen en la Facultad de Medicina de Santiago de Compostela.

Le pregunté algunas cosas sobre los niveles de detección de drogas y las distintas sustancias, porque como le dije debería de dar positivo en más de una si no me equivocaba porque horas antes había tomado morfina. No sabía tampoco si le vacilaba: le decía que había tomado morfina mientras estaba haciendo la primera prueba en mi boca. Pero era cierto, la había tomado horas antes. Y otras sustancias, que no me extrañaría ver en ese test.

Me muestra -cogiendo un papel- las drogas que detectan: 
Cannabis, benzodiacepinas (no era capaz ni de decirlo bien leyéndolo), “opiacios” (sic... así viene en el formato impreso de la multa), cocaína, anfetamina y metanfetamina (supongo que MDMA).

Yo debería dar positivo en dos al menos y en tres posiblemente.
¿Por qué coger el coche bajo esas drogas? Porque son las mismas que tomo desde hace décadas cada día.
No me hacen la prueba de alcohol (no entiendo por qué se fían de mi palabra en eso y no en otras cosas, pero está claro que ni estoy borracho ni mal ni alterado) y comentan entre ellos y conmigo al ver el esperado positivo en cannabis que “les han dado órdenes de ir a por los seguros, y que 'los del cannabis' somos seguros porque damos positivos mucho más tiempo”.
Me hace gracia que tengan órdenes de ir a por los seguros y lo achaco al precio de esos test (uno de los negocios colaterales en la guerra contra las drogas y sus usuarios) y en ese momento me pregunta el picoleto que sabía algo de drogas: “¿tú viste el otro viernes el reportaje ese de la sexta de la marihuana? Pues desde entonces quieren ver muchos más resultados y cosas en los periódicos...”

Aprovecho para cagarme en LaSextaTV y en su basura informativa del mal llamado reportaje de marras. Los propios guardias civiles se mean de la risa y comentan que “el cannabis no parece ser la droga ni de la crisis, ni de los parados ni jubilados ni mileuristas, que eso son tonterías de la tele”. Pero en ese momento comentaron lo de la pegatina del banco Dinafem que tenía (y ya quité) al lado de la matrícula como si eso fuera un signo de consumo o al menos algo que a ellos les indicó que ahí tenían una potencial víctima a sus drogotest....

Es lo que hay: acordaos de LaSextaTV cuando os estén parando para una de estas fiestas... la cadena de la información veraz. 



Les comento (todo esto mientras vamos avanzando en hacer las pruebas y las tomas) que si no ven ilógico lo que están haciendo en ese momento, con lo que casi a la vez ambos contestan con un ligero encoger de hombres seguido de un “es mi trabajo”. Pero rápidamente el mayor (el parecido a Beaumont) dice: “de todas formas, que distinto es tener a un consumidor de cannabis aquí que de cualquier otra droga o alcohol: están tranquilos, cooperan, son agradables, pacíficos siempre... yo no lo acabo de entender, pero es la ley”.

Todos sabemos que estamos en una mascarada.
Acabando el proceso, uno de ellos me recuerda que tengo que llamar para avisar de que no llego a recoger a nadie a esa hora, y lo hago delante de ellos: aviso que estoy con la guardia civil haciendo un drogotest de esos y mi interlocutor se descojona de la risa (no me queda claro si me cree o no) y le digo que nos veremos más tarde. Los dos se miraron algo extrañados de que la persona ni se inmutase cuando le dije lo del drogotest y se descojonase, pero les dije que era normal... la mala fama y esas cosas. ;)

Me rellenaron y entregaron el papel con todo el atestado, donde se describe mi positivo en cannabis pero no en “opiacios” y me lo dan con cierta cara de pena -pero me lo dan- y me dicen que ahora es cosa mía probar que el consumo por lo que tenía en sangre no afectaba a la conducción. Olé, qué chachi.

En ese momento, el picoleto Karra Elejalde en Airbag me pregunta si he avisado ya para que vengan a recoger mi coche. Coño!!! Pero no hemos quedado que sólo me ibais a marear un rato??

Y su compañero le dice: “no, le he dicho que se lo podría llevar, porque como ves no tiene ningún tipo de impedimento para la conducción”. Y firman que me dejan llevarme el coche tras dar positivo en un control de drogas y sin hacerme el de alcohol. Bueno.... todo va bien en la ciudad?

Lo lógico es que si me multan por ser un peligro para el tráfico, no me dejen irme en dicho supuesto estado alterado peligroso... conduciendo el mismo coche!! Pero la cosa es meter la multa, y ellos han cumplido uno más de la cuota que les han impuesto conseguir.

Entonces... ¿he sido multado por no estar en condición adecuada para conducir? NO.
Y así me lo han aclarado.
He sido multado con 600 euros que no pagaré (como otras tantas) y.... tachán..... 6 puntos de carnet!!
Eso por haber consumido cannabis. ¿Conduciendo? NO. A saber cuando... pero algo queda en sangre.

Los fumetas somos 'los seguros' para la guardia civil de tráfico porque es un pleno una droga no recetada por un médico y que dura en el organismo días.

Aprovechamos también para hablar de los cannabinoides sintéticos y la falsa marihuana, que está hecha únicamente para burlar la ley y contra la que no tienen nada que hacer. Aunque tampoco contra la metadona: te puedes poner ciego de metadona o de otros opioides y drogas que no das positivo, pero como te fumes un porro.....
Me preguntaron cómo era y les expliqué un poco el asunto de los research chemicals y de que tienen la batalla totalmente perdida, que ya no tienen nada que hacer y que tendrán que ir buscando una reconversión laboral. No les hizo mucha gracia pero lo entendieron.

Al menos conseguí irme con mi coche y la yerba olorosa que me regaló mi colega sin tocar, porque me podría haber caído otra multa más (que tampoco iba a pagar) y me hubieran quitado la yerba para fumársela ellos. No es la primera vez que me lo hacen y me llega una multa “por otro motivo” pero nada sobre la yerba incautada.

¿Qué pasará ahora?
Pues me llegarán (no sé dónde) un par de multas, una de 200 euros y 4 puntos por un STOP muerto en una zona deshabitada y otra de 600 euros y 6 puntos por haber consumido cannabis en algún momento de las 24 horas anteriores. El porrito de por la noche te hace dar positivo yendo al curro por la mañana, así que eso hace que al fumador le acabe dando igual porque si le hacen un drogotest le va a dar positivo fume ahora o haya fumado anoche, y eso es una perversión peligrosa del asunto.

Llegará una multa por tráfico y drogas que recurriré, y como soy insolvente, no pagaré las tasas ni la multa, y el estado me pondrá un abogado y un procurador si hace falta para defenderme de sus malas artes al mismo tiempo. Vamos, que de esta “infracción” (el picoleto Beaumont me decía 'hombre, muy criminal, usted no parece... no') van a comer policías, casas de drogotest y sus maquinitas carísimas (para un simple reactivo!!), jueces, abogados, procuradores, secretarios judiciales, personal administrativo y de limpieza... y todo pagado por el estado.

A mí las cuentas no me salen.
No me salen para el estado, digo.

Creer que por poner más multas vas a recaudar más, cuando operas sobre población sin trabajo legal ni ayuda alguna y casi abandonada, pues va a ser que no sirve y todos lo sabemos.
Pero al menos, ya que se gastan esos recursos en reprimir al ciudadano, que lo hagan con los que sí representan un peligro en el tráfico.
No comprobaron si iba bebido aunque tenían la máquina y el equipo necesario, por qué?
Querían completar un cupo, porque si tardan 90 minutos por persona ¿¿qué haces a la puerta de una discoteca?? Me confesaron que en las discotecas sólo cogen al primero, el resto los tienen que dejarse ir sin hacer nada por tiempo. País!!

Me fui a ver a mi growman y le comenté la jugada que me habían hecho los picoletos y entonces me regaló un producto que se está vendiendo como churros -me dijo- y que es para no dar positivo en los test que te hacen. Es falso. NO SIRVE. Puedes enjuagarte la boca con él y evitar una cierta impregnación del asunto, pero no sirve: la saliva se excreta desde la glándulas salivares y revela todo lo que tiene tu cuerpo en drogas. Y entonces me cuenta que es el BEST SELLER de los productos para pasar los test de drogas de la policía... entre los canis de mi ciudad.

Yo no entiendo eso y pregunto cómo puede ser, a lo que me contesta que aunque es un enjuague bucal, se lo beben antes de la prueba. Que eso además les hace dar positivo en alcohol porque lleva alcohol (como muchos enjuagues bucales) pero que luego ya no dan porque no es casi cantidad, y que aseguran que les funciona: vamos, que no quieren otro. Ese, que vale 15 euros.

Yo creo que es por lo de que vale 15 euros y no por otra razón.

Y me cuenta que entre sus clientes tienes policías nacionales, guardias civiles y locales, que compran desde semillas para sus cultivos de marihuana a -y en especial- sustancias y artilugios para pasar los drogotest que les hacen en sus trabajos. Y la reina es una combinación de carbohidratos que mezclas con agua y te bebes antes de hacer la prueba. Y que ese lo compra la policía para sus propios test internos y no dar positivo. Comentamos que no me creo que dicho producto evite un positivo en orina (que es su función) porque no es posible.

Y entonces me deja de cuadros con lo último que le habían ofrecido para burlar test de drogas: una polla de plástico con un reservorio y orina artificial.




Yo conozco gente que ha pasado test de drogas de las formas más ocurrentes, pero siempre consistían en que tu orina no se analizase. He visto hacer trucos como el de la bolsa y el catéter, que es el que sirve, pero lo jodido es encontrar una orina que no dé positivo hoy en día.

Sin embargo hay todo un mercado de productos más o menos placebo para que la gente se sienta más segura a la hora de violar la ley con las drogas. Y todos ellos, legales.

Aprovecho para saludar a los dos agentes que estuvieron dentro de la furgoneta conmigo, con los que me lo pasé teta. Me reí mucho y aprendí algunas cosas: eran currantes que sabían lo estúpido que estaban haciendo pero que no podían hacer otra cosa. Al jefe, le deseo una pronta retirada de servicio: no creo que su trabajo -y los motivos con los que elige a sus víctimas para completar el cupo- aporten nada decente a esta sociedad.

Saqué una foto del careto del jefe -que encima era el más joven- y para qué mentir: tenía cara de hijoputa. Estilo tipejo 'Airbag'.



Eso es lo que hay.

Symp.

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PS: Dejo un vídeo que han grabado unos colegas, explicando la situación a su manera...
Qué grande el puto picoleto hijo de perra.... perrassss..... ;)









sábado, 1 de febrero de 2014

Krokodil: el hijo caníbal de la prohibición rusa

Este artículo fue publicado en la Revista Yerba en el mes de enero de 2014, para arrojar un poco de luz ante la histeria mediática en toda América por el temor creado sobre el krokodil, la peligrosa droga que supuestamente ha llegado a todo el mundo y se vende masivamente en todas las esquinas de las calles por un precio 10 veces más bajo que la heroína. 

Otra de esas mentiras que sirven para rellenar periódicos: fuera de Rusia seguimos sin poder encontrar al famoso krokodil...
Espero que os guste.

Symp.

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Krokodil: el hijo caníbal de la prohibición rusa.



Los antecedentes de la historia.

En el verano del año 2012 saltó la noticia a nuestras queridas televisiones: un hombre bajo el efecto de una droga desconocida estaba atacando y comiéndose vivo a un indigente que vivía bajo un puente. La policía tuvo que disparar hasta matar al atacante, que resistía los impactos de las balas hasta que... dejó de aguantarlas. Pero el policía, traumatizado por lo que había visto, tuvo que causar baja médica en el servicio.




Toda la dantesca escena había sido grabada por una cámara de seguridad de un lugar cercano. Y el espectáculo que hizo de aquel suceso la televisión de los USA fue el creador de una nueva etiqueta en el confuso mundo de las drogas: las sales de baño o “bath salts”. Ese era el nombre de la terrible droga que había ingerido el atacante, convirtiéndole en un zombi caníbal que arrancó la cara de otra persona a mordiscos.

Como tertulianos en nuestra hispana televisión, un inmenso puñado de drogabusólogos y supuestos expertos en el tema, saturaron durante días la información sobre el suceso (que no había duda de que era algo terrible) e inventaron todo aquello que realmente desconocían. De hecho, el atacante no estaba bajo el efecto de ninguna droga, pero aquel suceso sirvió para marcar a fuego en la mente del público norteamericano el peligro de “esa nueva droga llamada sales de baño” y que además era legal y fácilmente adquirible.

Realmente bajo el norteamericano epígrafe de “sales de baño” (“bath salts”) encontraron cabida toda las drogas que, la mayoría de los mortales, no sabían que existían en el mercado como opciones legales. Como no guardaban ninguna relación estructural ni farmacológica entre ellas, era un nuevo “cajón de sastre” para las sustancias no fiscalizadas en los USA, y a la vez un nuevo concepto con el que “informar” al público no especializado ante la descomunal cantidad de información sobre química y farmacología que implicaban esas sustancias.

La atención que esa puesta en escena (de datos mal apilados y falsos) generó en el publico de los USA, implantó la sensación de enfrentarse a un nuevo tipo de peligro venido del “mundo de las drogas”, como otros que habían enfrentado históricamente bajo el estado de prohibición. Fue tal la inicial histeria propagada por los medios que pronto empezaron a aparecer “imitadores caníbales” con o sin drogas en otros lugares, hasta el punto que el prestigioso Centro de Control de Enfermedades (CDC) de los USA tuvo que emitir un comunicado a la población, asegurándoles que no había ningún brote epidémico ni tampoco ninguna clase de virus, sustancia ni patógeno conocido que convirtiera a las personas en zombis resistentes a las balas ni en caníbales. No sabemos a quién decidió el público hacer más caso, si a los científicos o a las televisiones y sus habituales actores. Vale la pena mencionar que se impulsaron decenas más de prohibiciones sobre toda clase de drogas todavía no fiscalizadas gracias a toda esa mascarada que era falsa en su mayor parte, y que nada tuvo que ver con ninguna droga. Pero parió las “sales de baño” como droga en los medios y en varias leyes.




La semilla de un gran reportaje en el nacimiento de la criatura.

Unos meses antes la revista digital VICE MAGAZINE, que cubre todo tipo de temas extraños y crudos en todo el planeta, realizó un estupendo documental http://www.vice.com/vice-news/siberia-krokodil-tears-full-length sobre una nueva forma de drogarse que había aparecido en Rusia. El nombre que los usuarios daban a la sustancia era Krokodil y resultaba ser una variación química de la codeína que los propios adictos, de las zonas más deprimidas económica y socialmente del país, cocinaban en sus casas con medios precarios y un entorno carente de cualquier higiene. Es decir, sintetizaban una droga partiendo de otra con los reactivos necesarios y poco más que algo de fuego para calentar. Y sin más, se lo inyectaban.

Estructura de la codeína


Todos los usuarios del krokodil ruso provenían de la heroína intravenosa, que se extendió por el país en los años 80 cuando las restricciones sobre la población se hacían más elásticas gracias a la “perestroika y la glasnot” (apertura y transparencia) que llevaron a cabo los últimos gobiernos de la extinta URSS. La vieja Rusia de aquellos años negaba tener la existencia de ningún problema de drogas con su población, ya que según decían las autoridades, en la URSS no existían las drogas. También negaban la existencia de un número significativo de enfermos de SIDA y seropositivos, aludiendo a que “en la URSS no existían desviaciones homosexuales ni usuarios de drogas”.
Era una gran forma de no destinar recurso alguno a esas bolsas de población: negando su existencia.
 

Estructura de la desomorfina,
compuesto activo del krokodil


También, la mayoría de los usuarios del krokodil casero, dicen que les da igual que les graben, porque en un par de años estarán ya muertos, en un medio donde no existe trabajo accesible y la gente sobrevive ocupando casas en un entorno tan hostil como el invierno ruso que frenó a Hitler y Napoleón. Se consideran a sí mismos una población abandonada a su suerte para morir, sin recurso alguno al que acudir en un paisaje de miseria y desolación, y en el que “esa droga que les acelera la muerte comiéndoselos en vida” es tan sólo un factor más a considerar entre las causas que han llevado al nacimiento y uso de semejante monstruo entre población rusa usuaria de drogas.



La cuna del monstruo.


A la mayoría de las personas -consumamos drogas o no- nos parece poco razonable inyectarte una mezcla que sabes que va a causarte una necrosis hasta perder todos los tejidos y cartílagos de la zona, quedar con el hueso visible y la carne circundante, putrefacta. No parece una buena idea, incluso siendo aventureros o temerarios como otros lo han sido antes que nosotros.

¿Qué hace que alguien encuentre como “la menos mala” la opción de inyectarse krokodil frente a cualquier otra? Intentemos imaginarnos en la piel de un adicto a opiáceos, obligado a mantener su hábito para no enfrentarse a un síndrome de abstinencia inicial (con fuertes síntomas físicos) y a una apatía psíquica muy prolongada, si supera la primera fase de una desintoxicación “a lo bruto”. La mayoría de ellos están fichados por la policía por pequeños robos y trapicheos, casi todos han pasado por la cárcel en varias ocasiones, y no existen perspectivas laborales ni vitales para ellos tras el derrumbe de ciertas áreas dentro de la muerta URSS. La asistencia médica es precaria y la asistencia social es nula. Dicho de otra forma: abandonados a su suerte en algún punto de Rusia.

Antes se inyectaban heroína, proveniente de la extensa frontera asiática de la URSS con varios países productores y de tránsito, pero la bajada de sus condiciones de vida e ingresos, junto con una mayor presión contra las drogas en su país, ha convertido a la heroína en una opción lujosa a la que la mayoría no puede permitirse acceder, así que recurren a otro compuesto y a la ayuda de la química para burlar la prohibición sobre la heroína.

La codeína -el principal precursor para cocinar krokodil- en Rusia se vende barata y prácticamente sin pedir ningún tipo de receta, y los reactivos para cocinarla de forma casera parece fácilmente disponibles para personas que no tienen disponibles -ni cubiertas- otras necesidades mínimas básicas. Los pasos químicos a dar para convertir la codeína en desomorfina -la sustancia activa presente en el krokodil- se van aprendiendo y enseñando entre las comunidades de yonkis como parte de las estrategias de supervivencia y mantenimiento del consumo de opiáceos, en un entorno hostil que no ofrece ayuda ni esperanzas. Y no son complicados de aprender, juzgando por el nivel de conocimientos y materiales de aquellos que los llevan a cabo, como se pudo observar en el documental hecho por VICE.

Pero en ese cuadro falta la principal razón que lleva a un adicto a opiáceos a consumir venenos desesperados: la falta de mejores opciones. Ni en la antigua URSS ni en Rusia se permiten los tratamiento de mantenimiento. Dicho de otra forma: allí no permiten el uso de metadona -ni de buprenorfina u otros compuestos agonistas de los receptores opioides- para ayudar a los consumidores de opiáceos del mercado negro a salir del mismo. No existen otra opción que la de “afrontar” una desintoxicación más o menos paulatina -quienes se lo puedan permitir- o la de saltar al vacío de la incertidumbre de un síndrome de abstinencia a opiáceos y posterior mantenimiento de esa opción abstemia. Las mismas razones que a cada persona llevaron a consumir opiáceos de una forma crónica, son las que muestran lo inútil de forzar a un dependiente químico a permanecer en una abstinencia no deseada, y menos si eso implica altas dosis de sufrimiento físico y psíquico. Mientras el resto del planeta utiliza opciones que permiten reintegrar a la persona, como los casi-universales tratamientos con metadona o los novedosos tratamientos de mantenimiento con heroína que se aplican en otras partes del mundo, incluidas algunas comunidades de nuestro país.



La creación del mito.


A mediados y finales del año 2013, la prensa no especializada empieza a lanzar noticias sobre el Krokodil, al que apodan de “heroína caníbal” por la necrosis que produce inyectárselo en los tejidos. Se comienza a hablar de algunos casos de usuarios de krokodil en los USA, disparándose una histeria desinformativa en los medios del mismo calibre que la creadora del mito de las “sales de baño” y los zombis caníbales del verano del 2012.

Los medios más amarillistas de los USA, en prensa y TV, se lanzan a hablar de la nueva droga creada para destruir a la juventud y que ellos presentan dentro de una ecuación muy distinta a la de la situación rusa. La lógica que subyace dentro de los anuncios alarmistas al respecto es la de que “su placer debe compensar al daño” aumentando la leyenda negra en torno a dicha droga.

Lo cierto es que a día de hoy, los medios de toda América están dando noticias sobre el krokodil sin que exista un sólo informe de un laboratorio toxicológico que confirme su presencia desde el año 2004 en que el compuesto activo del krokodil -que no es lo mismo que esa mezcla impura y letal de sustancias- fue detectado en dos muestras por forenses en USA. Los medios nos intentan volver a hacer la jugada que nos mostraron con el “caníbal de Miami” y las nuevas drogas llamadas “sales de baño” y en esta ocasión, el “vector del mal” es el Krokodil. Pero sin informes forenses en ningún país de los que están hablando del peligro de la droga, desde Canadá hasta Argentina. Todo el mundo habla de él aunque nadie excepto los mismos rusos, que ya mostró VICE hace 3 años, han visto al krokodil.

Las fotos que se están usando, en muchos de los casos, pertenecen a personas con gangrena en los miembros periféricos -similares a las causadas por el ergotismo- que nada tienen que ver con las imágenes reales (mucho más crudas) de los consumidores rusos de krokodil. Pero la alarma de la droga caníbal ya está en juego en los medios.

Imágenes de la perdida de la falange distal 
de un dedo anular por una gangrena periférica...
pero no por consumo de krokodil.


La realidad detrás de toda la leyenda negra.

El krokodil es una mezcla de varios reactivos químicos con codeína que se ha hecho reaccionar para obtener desomorfina. Aunque los medios digan que es el consumo de desomorfina lo que produce la necrosis en los usuarios, lo cierto es que la desomorfina es una droga inventada en los años 30 que ha sido usada como otros tantos opioides sintéticos sin el menor problema en entornos terapéuticos. No es ni más peligrosa ni menos que la morfina. Lo que convierte al krokodil en un despropósito peligroso es que la inyección de la disolución que contiene la desomorfina sintetizada caseramente, lleva incluidos sustancias como yodo o fósforo rojo, entre otros reactivos y subproductos resultantes de la reacción química. El efecto de la desomorfina es el de una morfina de duración más corta y que produce menos depresión respiratoria, a dosis equipotentes. Si se ha dejado de utilizar en entornos clínicos, es porque ha sido sustituida por otros compuestos más nuevos, con otras propiedades en duración y con patentes en activo que producen más dinero.

Si la desomorfina sintetizada en el proceso de fabricación casera del krokodil fuera posteriormente purificada y limpiada del resto de productos no deseados, sería una droga similar a la morfina o la heroína, sin ningún riesgo distinto al de esas conocidas sustancias. Pero esa opción en un entorno de miseria y carencia de recursos, es algo que no parece viable de manera suficiente como para que los usuarios de opiáceos intravenosos en Rusia no se vean abocados a opciones como el krokodil. Uno de los hijos de la prohibición de las drogas que nunca habrían visto las calles de no ser por la mezcla explosiva de la prohibición más salvaje, el apetito humano por dejar de sufrir, y el abandono a su suerte de una importante parte de la población.


No es probable que veamos krokodil fuera de un contexto tan radical como el de su origen ruso, en el que se dé la mezcla perfecta para que un veneno semejante pueda salir adelante. Es importante resaltar que el consumo del krokodil está asociado a la propia producción y consumo por parte del usuario, no pareciendo que tenga cabida en la oferta de productos del mercado negro, por lo desproporcionado de sus daños.

Sin embargo veremos como su leyenda -mal contada y omitiendo las verdades necesarias como con las “bath salts”- seguirá esparciéndose por los medios de distintos países, pasando a formar parte del arsenal de contenidos alarmantes y escalofriantes de las corrientes más prohibicionistas, sin recordarle al lector en la mayoría de las ocasiones que, ese monstruo que pudre la carne de quien lo usa, jamás hubiera existido si las posiciones más radicales del prohibicionismo en la guerra contra las drogas no hubieran llevado a Rusia a ser de los pocos países que no cuentan con terapias de mantenimiento con metadona para los adictos a opiáceos.