domingo, 27 de marzo de 2016

Carta abierta al forense anti-Podemos y anti-Cannabis de las Islas Baleares

Este texto, respuesta a una desafortunada intervención de un conocido "polemista y forense" de las Islas Baleares, fue publicado en el portal Cannabis.es y esperamos que os guste.


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Carta abierta al forense Javier Alarcón de Alcaraz.


Hola Javier, buenos días.

He tenido hace unos minutos la oportunidad de leer el texto que ayer publicabas, titulado “Los canutos de Podemos”, y aún estoy en shock tras empaparme de tu análisis. Lo mejor de todo es que tú sí tienes una carrera de medicina, para poder saber de qué hablas cuando hablas del cannabis, y no esos perroflautas porreros que son los que están dispuestos a tomar nuestras señeras instituciones al asalto.

¡No pasarán!
¡Javier, amigo, déjame ser tu General Neville mientras tú eres mi Mariscal Pétain! Ambos luchando contra el enemigo -hasta la victoria siempre- mano a mano en nuestro particular Verdún, bajo la lluvia de obuses enemigos y cogidos de la manita en el barro de la trinchera prohibicionista.

¡Da igual que las hordas de los talibanes cannábicos y sus apestosos cigarritos de la risa nos apedreen en Twitter! ¡Da igual que el ejército de activistas cannábicos de Podemos (¿lo cualo?) venga a hacernos escraches con humo psicoactivo! ¡No pasarán!




Como no quiero dejarme nada en el tintero, voy a seguir el presunto orden expositivo de tu texto para que veas que realmente me tomo muy en serio lo que dices, no sin antes declarar que a mí tampoco me gustan mucho los tipos con coleta, empezando por mí mismo. 

No me gusta Podemos en general, ni las opciones “de izquierdas” ya que tengo alergia a los colectivismos forzosos. Tampoco me gustan las opciones “de derechas” porque tengo alergia a clasismo snob de los feudo-liberales con pasión por volver a la Edad Media. Vamos, que soy un huérfano político carente de ideología concreta, así que no hace falta que me busques el carné del partido porque no tengo.

Lo primero, veo que toda esa diarrea que te aflige ha sido causada por un pacto -entiendo que de carácter político- y su intención de crear “una ponencia para estudiar el uso terapéutico del cannabis”. ¿Qué problema tienes con ello? ¿No eras médico? Ah no, que eres un mercachifle del papeleo forense y que a ti sólo te dejan jugar con cadáveres mayormente, como medida de protección de ese valuable ente que es la salud pública. Es igual, no te preocupes que yo te sigo explicando, que te hace mucha falta, Javichi.

Veo que te preocupa que el objetivo de ese paso político sea en realidad un ardid de los de Pablo Iglesias para poder auto-abastecerse de auto-cultivos para su auto-consumo. Y ya se te escapa la primera flatulencia por esa boquita halitósica que te gastas: ¿llamas gentuza a los representantes políticos electos por el pueblo? Mal, eso no se hace, Javichi. No se hace cuando tienes tu currito -con designación digital, a dedazo- en el que debes pronunciarte legalmente y ante el juez en los diversos casos que tengan la desgracia de pasar por tus manos. ¿No lo ves inapropiado? En fin, no vamos a atascarnos en la primera piedra. Continuemos.

Dices que se pretende el consumo generalizado de cannabis en “vuestra” plaza y convertir Baleares en un destino mundial para esos enfermos “no enfermos” -como tú bien indicas- que son adictos al cannabis. Ojalá Baleares pudiera aspirar a algo así, en lugar de a albergar una estructura de organización criminal bajo apariencia de cargos políticos y funcionariado (como tú). Sería un estupendo proyecto de desarrollo, ecosostenible y positivo para todo su entorno, que no causaría ni la milésima parte de las molestias y los daños, heridos y muertos incluidos, que causa el alcohol en Baleares.

A todo esto ¿no fue en Baleares, concretamente en Mallorca, donde 2 policías nacionales borrachos -uno el jefe de la unidad de delincuencia organizada y otro un madero más- atropellaron y mataron, delante de su marido, a una turista alemana que iba en bicicleta y se dieron a la fuga? Qué malo es el cannabis, ¿eh Javichi?

Parece que te emociona un futuro en el que un médico como tú pudiera prescribir (¿pero te dejan?) cannabis (“a sus señorías” dices, debe ser que sólo trabajas con clientela selecta). Tranquilo, es lo que viene, lento pero seguro, y a lo mejor llegas a verlo antes de que evolucione más tu enfermedad y acabes en una esquina institucionalmente acolchada, balanceándote babeante sobre tu trasero.

Te parece una burrada, merecedora de censura ni más ni menos, que se pretenda estudiar una droga “de abuso” según la OMS. ¿De verdad que hiciste una carrera de Medicina? ¿No te lo habrás hecho como hizo el mítico Roldán, que se curró sus títulos con el photoshop? E inmediatamente -a falta de argumento alguno- saltas a que te hace mucha gracia el uso del “auto” en lo referido a cultivo y consumo. Pues mira, ahí te voy a dar la razón: yo también creo que es un uso incorrecto del lenguaje. Pero al mismo tiempo soy consciente de que el lenguaje es aquello que nosotros hacemos al comunicarnos, siendo elástico y cambiante. Me dirás que si acaso soy licenciado en Filología Hispánica para hacer semejantes observaciones, y no, no lo soy. Aunque seguro que tampoco lo son los redactores de la sentencia del supremazo contra el cannabis, miembros todos del Tribunal Supremo y que, para tu hilaridad hebefrénica usa también dichos términos en la sentencia referida.

En concreto el Tribunal Supremo en dicha sentencia, usa los términos “autoconsumo” (en repetidas ocasiones), “autoabastecen”, “autoconsumidor”, “autogestionario”, “autogestión”, “autocultivo”, “autosuministro”

¡Mira que son perroflautas neologistas estos togados locos del Supremo, eh forense? ¿O es que los jueces del Tribunal Supremo están fumados? Eso lo afirmarás desde tu dilatado bagaje como forense, ¿no? Y menos mal que ya estás tú para enmendarles la plana: ¡¡que eres tertuliano en la radio, ojito que muerdes!!

Luego en tu texto entramos en la parte más coprófila de tu pensamiento, y te conviertes en un surtidor de estiércol al tener que recurrir a la falacia “ad hominem” más pobre y triste, llamando “pobres” a esos que tomas por contrincantes. Ufff, un poco heavy la cosa, ¿no? Atacar a alguien por que no tenga o no haya tenido dinero, denota resentimiento, pobreza espiritual y muy poca clase, forense. Ahí realmente te has dejado ver...

¿Cuándo tiene que emitir un dictamen, se pregunta también cuánto dinero tiene cada una de las partes interesadas en él? Esas cosas son las que tu texto me hace realmente preguntarme.

Ya me han advertido de que eres un polemista de los medios locales, al estilo Inda pero con menos luces todavía (y ya es jodido). Debo reconocer que Pablo Iglesias la clavó el día que llamó “Pantuflo” a Inda en TV. Pocos personajes del imaginario colectivo hispano encajan tan bien en la representación de lo rancio e hipócrita. ¿Aspiras a ser como él o quieres llegar a ser como el repugnante Salvador Sostres? Es que yo te veo maneras y, lo mismo, como cuando el tonto coge el camino y aunque el camino se acabe, el tonto sigue.... pues.... en fin, sigamos. 




Bueno, espera un poco que me voy a liar un canutito. ¿No irás a usar el argumento contra-consumidor conmigo? Yo te prometo que el que seas abstinente (¿también a la cocaína, forense? ¿a todas las drogas? Venga ya hombre. ¿Te has visto los ojitos que te gastas en la foto del texto, que parece que te caíste en la marmita cuando eras un feto? Sé sincero, Javichi...) no va a cambiar ni una palabra de lo que tengo que decirte.

Dices también que debes defenderte previamente por escribir estas cosas. No. No es por escribir estas cosas, que pueden o no gusta a un sector u a otro, sino por escribir sin argumentos, sin rastro de capacitación profesional y exhibiendo orgulloso tu ignorancia, como sólo un ignorante puede exhibirse, ajeno a la realidad circundante.

Yo también iría encantado fumándome un buen trompetón de cannabis al parlamento, o donde sea. ¿Cuál es el problema, Javichi? Dices que habría que exigirle pruebas de drogas en cabello a esos representantes electos del pueblo para buscar cocaína, morfina, anfetamina y THC. ¿Tú eres un poco tonto, no? ¿Para qué necesitas buscar THC si vamos con el porro en la boca? ¿Acaso nos ves en el armario, forense?

Ahora que mencionas lo de las pruebas de drogas en el pelo, recuerdo a unos policías que -presuntamente- mataron a hostias a un ciudadano indefenso, inerme y no agresivo y que intentaron justificarlo, con ayuda de algún miserable de tu calaña, con las trazas que el asesinado Juan Benítez podía tener de cocaína en sangre. Lo curioso, es que cuando vieron que esas trazas de metabolitos de la cocaína no explicarían nada en una sala judicial, los policías se rasuraron todo el cuerpo para escaparse de la prueba de drogas que el juez instructor les ordenó realizarse. Y es que es más probable que sean esos violentos que golpean y matan a un hombre entre varios, los que vayan ciegos de cocaína. ¡¡Qué cosas me está trayendo tu texto a la cabeza!!

Esgrimes, a modo de dato que apuntale tu escatológica vomitona, que el 45'7% de los nuevos ingresos en centros de rehabilitación de adicciones se efectúa “por consumo de cannabis”. Lo que obvias decir, es que dichos ingresos están perversamente estimulados por el laberinto legal de trampas y mentiras a cumplimentar, para que a un chaval no le casquen una multa por estar fumándose un porro. Esos son los “adictos” que rellena tu 45'7%, so gañán. Deberías, ya que presuntamente eres médico, aprender a mirar un poco más allá del dato simple. Aunque si pudieras hacerlo de forma natural, no serías lo que eres.

Para ir rematando la jugada, y que sirva de advertencia a todos los que alguna vez tengan que ver algo con Javier Alarcón de Alcaraz, haces un batiburrillo con varios “clásicos” del debate y te atreves a incluir, en tu zoqueta ignorancia, a los cannabinoides sintéticos en ella, cuando no tienen nada que ver con el cannabis y precisamente los movimientos de regulación/legalización del cannabis persiguen evitar su consumo, que a diferencia del cannabis, es altamente dañino y puede ser mortal. Mezclas eso con la manida vinculación del cannabis y la esquizofrenia -que yo creo que es a la inversa cuando escucho hablar a gente como tú- y, ya para que el viaje al pasado sea completo, una reafirmación de la “teoría de la escalada en drogas”, que hasta el prohibicionismo más rancio (no tanto como tú) ha dejado de lado hace años. ¡¡Actualízate, so memo!!

Rematas con una guinda en la que acusas a Bayer de ser responsable de los efectos secundarios de la Aspirina -al loro con la forma de discurrir de este pseudo-científico que podría rivalizar diciendo tonterías con el gran Josep Pamies- y de la misma forma quieras que los promotores de ese debate que tanto te asusta, paguen con su dinero los supuestos daños que el consumo de cannabis pudiera crearle a los adultos que libremente decidieran consumirlo. Todo muy lógico, sí. La culpa es de los que buscan que los ciudadanos no tengan que usar como vehículo recreativo simplemente alcohol, una droga dura y fuertemente nociva para el organismo (hígado y sistema nervioso especialmente), y quieren que los adultos puedan elegir entre otras opciones. ¡¡Pero qué mala gente son esos rojos, eh!!

Tu último cuesco nos deja el aire apestado, cuando comparas la prescripción de mórficos -lo dice un paciente que los usa por prescripción- con el consumo de cannabis. ¿De verdad eres idiota o sólo te lo haces? Porque lo haces muy bien...

Todo ello lo envuelves, para terminar, en el papel de regalo de la acusación ideológica pura, en la que hablas de engaño científico (¿pero tú te has visto bien, alma de cántaro?) del que no aportas prueba alguna aparte de la de tu exhibida ignorancia, y luego ya te saltas a eso de hablar “contra los progres y el progreso”, muy en la línea del argumentario de tus “padres ideológicos” en el PP.

Acabas preguntándote -en una bella estampa retórica que me recuerda a Leonardo DiCaprio cuando hace la escenita de Titanic en la proa del barco- si el cannabis curará la enfermedad de ver enfermedades en aquel que simplemente es diferente. ¿Y tú me lo preguntas? Poesía eres tú, tronco, que como abstinente y de derechas que eres, te has despachado a placer contra los de izquierdas y los no-abstinentes simplemente por ser distintos a ti, que por otra parte es algo muy loable (no parecerse a algo como tú, Javichi).


Antes de terminar te diré que no soy de esos que creen y afirman que el consumo de cannabis u otras drogas hagan -por defecto e invariablemente- mejor persona a quien consume. De hecho el número de hijos de puta entre consumidores viene a ser muy similar al número de hijos de puta entre forenses tertulianos fachas. Y es que, amigo Javichi y querido forense de mis estimadas Islas Baleares... “quod natura non dat, Salmantica non praestat”.

sábado, 19 de marzo de 2016

La sobredosis como negocio legal.

Este texto es el segundo temáticamente enlazado de dos textos sobre el asunto de los opioides en USA y fue originalmente publicado en el portal Cannabis.Es, esperamos que os resulte interesante.


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Los muertos por sobredosis cotizan en bolsa.


Martha salió de la consulta del médico con cierta prisa porque no llegaba bien de tiempo a recoger a su hijo Stevie de la escuela. A Steve -el padre y marido- le habían cambiado el turno en la fábrica por necesidades de servicio y ese mes tenían sus rutina habitual totalmente desajustada. El dolor de espalda se había hecho más presente en el día a día de Martha, en buena parte porque ese mes la carga de ejercicio que su cuerpo afrontaba había crecido para poder “llegar a todo”. Y tal y como le dijo su médico, acudió a él cuando el dolor aumentase de forma general.

El doctor había revisado la medicación que ya tomaba Martha, que tenía su tratamiento con parches de fentanilo de 25 mcgs/H y morfina -como medicación para el dolor puntual no controlado- si era necesaria. En vista de lo que Martha le contó, el doctor decidió probar a aumentarle la dosis de fentanilo y le recetó parches de 50 mcgs/H. Le dio las indicaciones habituales y la despachó con cierta amabilidad para su apretado horario. Martha llevaba ya meses con ese tratamiento y, en principio, no debía suponer ningún problema nuevo. Esa misma tarde al llegar a casa, ella comenzó con la nueva dosis indicada por el médico. Y siguió haciendo cosas, porque desgraciadamente la vida no se detenía cuando la espalda le hacía ver las estrellas de dolor.

Pasaron un par de semanas y Martha toleraba bien el tratamiento, pero el exceso de cansancio le pasó factura. Empezó a toser y a tener un ligero dolor de cabeza: “ya está aquí el resfriado por llegar mojados a casa la tarde del parque infantil”. Como era viernes, prefirió ir a trabajar y a recoger a Stevie, pensando en “descansar el catarro” durante el fin de semana. Aguantó como pudo el día y el sábado ya estaba con una ligera fiebre y los pulmones mucho más afectados, que le hicieron quedarse entre la cama y el sofá. Steve tomó el control, de la casa y de Stevie, para que ella pudiera descansar, y salieron a hacer compras juntos. Cuando volvieron horas después, a Martha le había subido la fiebre hasta casi 38 grados y se encontraba peor, con dolor articular e intenso malestar general, con lo que pensaron que sería una gripe en lugar de un resfriado. Martha se puso un nuevo parche, tras ducharse para bajar un poco la fiebre, pero no tenía ganas de cenar y se fue a la cama tras tomar otro analgésico, buscando alivio a sus dolores en articulaciones, y un “Valium” que la ayudase a dormir bien. Steve no quiso molestarla y la dejó descansar: había sido una dura semana para ella.




Martha no despertó nunca más: murió de una sobredosis de opiáceos/opioides. El parche de fentanilo que tenía puesto -con el aumento de la temperatura corporal por la fiebre- empezó a liberar mucho más compuesto del que debía en el cuerpo de Martha. Y su tejido graso, el principal depósito de esta droga en el cuerpo humano, que estaba destruyéndose en parte para afrontar la infección y la falta de alimentos, liberó parte del que había ido acumulando durante semanas de uso, lo que junto con una dosis más de medicación para el dolor y otra medicación depresora de la respiración, fue demasiado para el agotado cuerpo.

Este caso -que es sólo un ejemplo- es el retrato modelo de muchas de las sobredosis que están matando gente en USA. Podemos cambiar el nombre de la persona, los opioides recetados y las dosis, pero la imagen sería la misma: alguien que muere haciendo un uso de los fármacos según lo pautado por su médico. 

¿Hay también sobredosis "de yonkis"? Sí claro, y más que habrá con los volantazos en las políticas de drogas: gran parte de esos “yonkis” son antiguos pacientes que, como contábamos hace poco aquí, se han hecho adictos de la mano de un médico. 

¿Pero acaso importa cómo haya llegado a la sobredosis una persona cuando es la vida lo que está en juego? No, entre otras -algunas perversas- razones, porque todas pueden ser un negocio para los mismas farmacéuticas que han enganchado a la gente a los opioides.


La oferta y la demanda; el mercado de salvar vidas.


Aquí lo primero que hay que hacer es presentar al lector a la protagonista de la historia: la naloxona.

Es la “droga mágica” que sirve de “antídoto”, para la mayoría de opiáceos y opioides, cuando se sufre una sobredosis. Quienes la conocemos de primera mano y la hemos visto actuar, tenemos motivos para llamarla “mágica”: salva a un persona con depresión respiratoria profunda yendo hacia la muerte en cosa de unos segundos (aplicada correctamente y a tiempo). Es un antagonista opioide que libera -bloqueando él mismo- los receptores opioides que están siendo estimulados causando los efectos de la sobredosis.




Es una droga fuera de patente (su coste es sólo el de fabricación), la síntesis es simple y el precio de producción -dadas las dosis usadas- es ridículamente bajo permitiendo ventas a nivel de mayorista con precios de menos de ½ dólar USA por dosis de naloxona. Además se encuentra en la “Lista de Medicaciones Esenciales” de la OMS, por lo que su existencia y provisiones -como algo normal y rutinario- no deberían resultar nada nuevo. Digamos que si fuera un animal, estaría en una lista de especies a proteger.

Y llegó el mercado. ¿Cuál? El USA y Canadá, ni más ni menos, con su estrategia de crear primero la epidemia de usuarios adictos a opioides y luego presentar nuevas soluciones para “ese nuevo problema que sufrimos como sociedad”. Lo contábamos hace unos días en este portal, cómo el revolcón -inmoral e ilegal- de masajes con billetes desde la industria farmacéutica al legislador y los médicos, ha puesto en grave peligro a toda la sociedad dado lo indiscriminado de sus prácticas para ganar dinero.

Ahora sus prácticas incluyen el “mercado de la sobredosis” y aunque ya se encuentran bajo investigación, gran parte del eco mediático que recibe el actual problema de la “epidemia de los opioides en USA” se debe a que, en este momento -ya desde hace tiempo pero ahora más descaradamente- a las propias farmacéuticas les interesa que se saque. Aunque a ellas les toque hacer un cierto “acto de contrición público” en el peor de los casos, está justificando la compra masiva de “antídotos” para esas sobredosis, ya que se está formando a la policía, bomberos e incluso profesores en algunas zonas, dado el tamaño del problema. Eso, al final, se traduce en números que suben y bajan en compañías que cotizan en bolsa. ¿Y qué os voy a contar? Paso de aburriros, ya os lo imagináis: la naloxona pasó de costar medio dólar -durante casi 50 años- a costar hasta casi 1.000 dólares por un par de inyecciones

Como es el caso del autoinyector “Evzio”, que son dos inyecciones precargadas cuyo coste no debería pasar en farmacia de 5 dólares (siendo generosos con todos). Lo de querer cobrar casi mil dólares por “dos chutas con naloxona”, sí que es “NIVEL GRAN NARCO” en drogas y no lo que hacía el Chapo Guzmán. ¡A la gran farma-industria no le dan clase aprendices!

Existe también un dispositivo llamado “Narcan” que permite la administración de naloxona de forma intranasal (con una especie de nebulizador), cosa más sencilla de hacer por parte de alguien que inyectar en una vena, y cuyo precio pasó en 3 semanas -hace más de un año- de 27 a 42 dólares sin razón que lo justifique, salvo el casoplón de 13 cuartos de baño del presidente de la compañía. 

La sobredosis cotiza en bolsa: bienvenidos al mercado manipulado por regulaciones “ad hoc”. Ahora imaginad lo que siente el presidente y los accionistas cuando lo que ven es el mercado potencial de USA para que la policía, bomberos, médicos y paramédicos en las calles, lleven todos kits de naloxona -vendidos por ellos- y estén entrenados en su uso, en cursos que ellos también pueden impartir. ¿Sabéis el pedazo negocio que eso? Los muertos -que las farmacéuticas generamos enganchándoles- en realidad son lo de menos, víctimas colaterales como se dice ahora. Y todo para salvar vidas americanas. Son unos genios estos narcos de “la gran farma”; normal que les encante lo de la guerra contra las drogas con el dineral que les está dando.

Pero por no acabar este segundo texto sobre el asunto de los opioides -y sus negocios y muertos asociados- en USA de una forma realista y pesimista, voy a recuperar el brillante diseño que hizo Morten Gronning Nielsen, un joven ingeniero de una escuela de Copenhage, y cuyo precio, sumando los componentes, se podría llevar a mercado por menos de 50 euros. No, no hablamos de una simple jeringuilla precargada, atentos al brillante invento que -de momento- nadie ha parece querer desarrollar y vender.



Se trata de un monitor de pulso y oxigenación que cualquiera puede llevar puesto en su brazo -si está consumiendo opiáceos u opioides de forma que pueda sufrir una sobredosis- y que cuando detecta que el oxígeno en sangre y las pulsaciones de la persona han bajado, tras emitir una alarma sonora avisando, inyecta en el brazo de la persona una dosis de naloxona de forma automática permitiéndole salir de la sobredosis antes de que sea irreversible. Se trata de un invento brillante que, hasta donde sé, ha pasado totalmente desapercibido.



Aquí una prueba de cómo funcionaría usando una naranja partida para que se pueda ver la difusión de la sustancia coloreada a tal fin, que muestra como un poco de ingenio y recursos que están al alcance, se pueden encontrar soluciones creativas y realmente avanzadas por poco dinero: no necesita de terceras personas y funciona aunque caigas inconsciente, lo que lo hace mejor que cualquiera que las otras opciones en multitud de casos.




Su diseño es la evidencia viva de que cobrar 1.000 dólares por un par de jeringuillas precargadas que apenas cuestan 5 dólares de fabricación, es algo que debería etiquetarse como “terrorismo farmacéutico” con la complicidad del legislador -omnipotente siempre en esto de las drogas- en el que el objetivo es toda la población.

El problema de la “epidemia de opioides” en USA y Canadá fue creado artificialmente en un movimiento mafioso de la industria farmacéutica, lubricado para que entrase bien con dinero a médicos y políticos y que, cuando ha empezado a rendir muertos, ellos han sabido convertirlo en una bendición para su negocio y evitar pagarlo como una desgracia por haber sido los responsables en último término de muchas de las muertes, de sus clientes legales con receta médica.

No soy nadie para saber cuál será la clave que acabe con un problema creado para ganancia de de estas “empresas de la salud”, pero estoy seguro de que la solución no pasa por usar y pagar más productos de los que crearon el problema; 
cuidado con las farmacéuticas, 
que las carga el diablo.


jueves, 3 de marzo de 2016

El péndulo de la Dra.Heroína

Este texto, sobre la epidemia de médicos prescribiendo opioides alegremente en USA que ha acabado creando una epidemia de muertos por sobredosis, fue publicado en el portal Cannabis.es y es el primero de dos enlazados temáticamente. Esperamos que os guste.

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El péndulo de la Dra. Heroína.


¿Cómo explicarle a un lego lo que está pasando en los USA con los opiáceos? ¿Qué hacen contando los muertos por miles debido a sobredosis de opioides recetados por médicos? ¿Por qué caen como moscas grupos locales de usuarios de heroína en USA y de dónde han salido tantos?

Empecemos por aclarar algo: los opiáceos y los opioides -algunos usan los nombres indistintamente aunque no son lo exactamente lo mismo- son en su inmensa mayoría drogas adictivas. Esto quiere decir simplemente que cuando un organismo comienza a tomarlas (da igual por qué vía) y su cuerpo se acostumbra a tener una cierta cantidad de esa droga en sangre, la falta posterior de esa droga -u otra muy similar- que permita mantener ese nivel en la sangre, provoca un síndrome de abstinencia. 





¿Qué y cómo de duro es un síndrome de abstinencia? Pues los hay de muchos tipos y sabores, y dependen de la sustancia que se haya consumido, la dosis y frecuencia de consumo, y la duración del mismo. Muchos de los fármacos que se usan hoy día en la consulta de cualquier médico de cabecera pueden provocar síndromes de abstinencia que harían palidecer al heroinómano más experimentado, así que entendamos el asunto como lo que es en este caso: una cuestión de requerimiento fisiológico en la que el cuerpo lo pide, y si no lo tiene, te castiga con dolores y malestar en distintos grados. Algunos leves pueden ser como un molesto resfriado (con dolores articulares y sólo ganas de meterte en la cama, o de meterte más droga que te quite los síntomas) o estar con cierto malhumor durante unos días, como sufren los fumadores mientras sueñan con cigarros encendiéndose a su alrededor, o con tener menos facilidad para entrar en el sueño como le ocurre a los fumadores de cannabis cuando les falta el porrito de por la noche. Puede ser algo así, o puede ser un cuadro con alteraciones psíquicas serias, alteraciones orgánicas peligrosas que pueden llegar a matar como en el caso del alcohol, o alteraciones del sueño que pueden volver loco al más pintado en el caso de las benzodiacepinas, etc. 

Todo depende de qué, cuánto, cómo y durante cuánto tiempo.

La cosa sigue así. Imagine que va a su médico y para ese dolor de espalda que usted tiene -provocado por una mala postura que suele adoptar junto con falta de ejercicio físico- y que se ha vuelto un problema ya: usted es una persona normal y corriente, que no sabe nada de drogas, y que tiene -pongamos- 58 años. Un ejemplar y patriota padre de familia con bandera en el porche de su casa, que nada en absoluto tiene que ver con las drogas. Y su médico le da una pastilla que puede que, por primera vez en su vida, le alivie de verdad el dolor. Eso está genial, ya que fuera de una función diagnóstica, el dolor no debería tener cabida ni tolerancia en la práctica medica, sea cual sea su origen. Nuestro protagonista “ad hoc” -llamémosle Joe- se siente feliz con esa medicación. Y no le faltan razones, ya que le quita en gran medida el dolor que tiene, le ayuda a dormir mejor y hace más soportables las monótonas noches de pareja en la dilatada rutina conyugal. ¡Casi que hasta hace a la TV divertida, coño!

El asunto es que si Joe sigue así, tomándose suficientes pastillas como mantener todo el día su sangre con droga en ella, acaba siendo un adicto. En este caso sería un adicto yatrogénico al serlo “por causas médicas”. Puede que el caso de Joe sea uno de los que realmente necesitan opioides para tratar su dolor, pero puede que tal vez sólo hicieran falta de forma puntual y no se retiraran después o que, por comodidad, el médico el ver una respuesta positiva del paciente -y seguramente una reticencia a que le quitasen la panacea del bote de pastillas- decidiera simplemente complacer a su paciente, lo cual en sí mismo tampoco ha de ser nada necesariamente malo.





Pero si en ese esquema en el que prescribes con cierta generosidad fármacos que esencialmente hacen lo mismo que la heroína o la morfina, metes a una industria farmacéutica en constante cópula con el legislador y el fiscalizador de las drogas en USA, pues la hemos jodido. 

La pasta de la industria farmacéutica -los que venden las droga legales, básicamente- es tan adictiva como la del narcotraficante, o más en su caso porque “transcurre por cauces de aparente legalidad”, y la cantidad de pasta que se mueve en la rama farmacéutica de la “industria de la adicción” (drogas legales, fármacos de prescripción, servicios sexuales y porno, comida rápida y adictiva, etc.) es muy alta. Así que las farmacéuticas asaltaron a los legisladores por un lado y a los médicos por otro, a unos dándoles pastaza para sus asuntos y a los otros, pues de la misma forma: sólo cambiaba el cómo.

Al médico le controlaban la cantidad de recetas que emitía de cada fármaco y marca, de manera que se le podía “sugerir” (ya saben cómo de elástico es eso de sugerir) que recetase más una u otra, para que le dieran pasta o más pasta. Y coño, si es legal nadie tiene por qué decir que no a un caramelo, ¿no? Así que el médico no es que vaya a empezar a dar heroína en pastillas a todo el que le visite, sino que cuando tenga que tratar un dolor (una causa justificada) estará “más inclinado” a recetar lo que la industria quiera y el legislador le permita. Como al legislador le tienen domesticado a base de pasta para sus campañas y está tranquilo mirando a otro lado, éste no dice ni mu. Y hasta puede presumir de que hay más ciudadanos felices gracias a él, que ya pueden vivir sin dolor.





Así que mientras en USA arrasaban dispensarios de marihuana medicinal, a la vez estaban diciéndole a los doctores -mediante un incentivo perverso en el mercado como son las primas por recetas- que recetasen más y más mórficos. Si alguien en este punto cree que la heroína es mala, pero la morfina es buena, o que la morfina es lo último pero la oxicodona es más suave, que deje de creer nada: todos estos fármacos son en esencia iguales, hacen lo mismo y matan igual. 

Realmente la industria sabía lo que estaba pidiendo -porque conoce la historia de lo que pasó cuando lanzó la heroína como fármaco contra la adicción a la morfina- y los doctores deberían saber lo que estaban haciendo: creando adictos. 

¿Como médico recetabas cannabis? Te mandamos al talego por prácticas contra la salud de tus pacientes. ¿Recetabas cantidades industriales de mórficos adictivos? Te pagamos unas vacaciones en el burdel más cercano: no exagero, las primas en el complejo equilibrio médico-farmacéutico se pagan (aún hoy) de las formas más variopintas.





El resultado de esto, como cualquiera puede imaginar, es que se crean un montón más de adictos y esto es una realidad que no tiene que ver con nada moral: son adictos como lo es un dependiente a cualquier otro fármaco que cree adicción, psicoactivo o no. El número de prescripciones de mórficos en USA (y Canadá, que les sigue de cerca en casi todo) empezó a crecer como si estuviéramos en tiempos de guerra y en poco tiempo, el negocio ya era doble: el sistema te hace adicto, y nosotros te curamos. Entraron en juego las “clínicas contra la adicción” que esencialmente son lo mismo que en España y también se pusieron a hacer caja con la desintoxicación de adictos, mayormente por la vía privada. 

Las farmacéuticas sacaron más presentaciones “modificadas” de fármacos, porque resultaba que la mayoría de los mórficos están descubiertos hace muchas décadas, con lo que no tenían ya patentes para cobrarlos caros y empezaron a experimentar con otras formas de administración: retardada, por piel, sublingual, intramuscular para unos días, por el culo y hasta en una maquinita que viene a hacer lo mismo que esnifar fentanilo (uno de los opioides más peligrosos de manejar) y que te da una dosis instantánea y nasal -o sublingual- de opioide con sabor a rica menta (como un mojito). 

Se especializaron en sacar pasta de vender “nuevas formas de aplicación” que sí generaban patente y se cobran aún mucho más caras, y esto aumentó más el número de usuarios porque aumentaba la presencia y acceso entre la población a estos dispositivos de forma legal, animando con más dinero a los médicos a recetar sus productos. Realmente era (y es) como un juego entre laboratorios a ver quién era capaz de enganchar en más medicaciones a más población, da igual cuales. Si ves la lista de las 100 más vendidas lo entenderás. Y joder, los opiáceos y opioides enganchan: bastante cuando se usan de forma prolongada.





Los ratos de cama entre una industria “lobby mafioso”, untando de dinero un sistema médico-legal como el de USA, acabaron creando una enorme masa de consumidores adictos a estas drogas que no eran tipos en un callejón sino abuelas. Como la que sin querer mató a su nieta al dejar en la basura un parche usado de un fármaco recetado por su médico, que la niña vio y recogió, poniéndoselo en la piel cuando jugaba a imitar a la abuela enferma y muriendo sin despertar horas después. 

O esos casos de hombres mayores que están recibiendo opioides de liberación retardada y que sin explicación, en un ataque súbito de sueño o de droga en sangre, se duermen al volante de su coche. O los que se quedan dormidos sin más porque el médico que les trata les indicó una dosis que para su metabolismo de eliminación era excesiva y acaban en una sobredosis en la cama. Empezó a haber muertos, cada vez más, sobredosis, cada vez más y también más mamoneo al prescribir, trapicheo y mercado negro asociado a las drogas de farmacia. 

La aplastante lógica de la máquina legislativa de USA entró en acción y simplificó el problema con la misma torpeza que ha tratado otros muchos asuntos: “si los opioides matan, quitemos los opioides”. Así que de golpe, a toda una población que contiene un porcentaje muy alto de adictos a algo equivalente a la heroína -sin saberlo muchos de ellos- les quitaron la droga salvo a los casos más justificados. Un buen día les dijeron “no, de esto ya no nos queda, pero le podemos dar una aspirina, si quiere”. Algunos se lo pudieron comer, otros no fueron capaces. Y los que no, acudieron a buscar ayuda al mercado negro (por donde casi todos pasamos, de una u otra forma, al final).

¿Qué les esperaba en el mercado negro? Pues las aberraciones más curiosas que la prohibición de las drogas pudiera crear, desde inhaladores “caseros” de a-saber-qué-fentanilo hasta pastillas falsificadas de oxicodona -una de las grandes en el “top ventas”- que eran falsas y contenían drogas aún más potentes y peligrosas. De todo. Y sobre todo mucha demanda, lo cuál aumentaba el número de estafas en circulación. 




Una demanda hecha de gente como ellos, relativamente nuevos adictos, que habían pasado de una adicción legalmente mantenida y estimulada (lo supieran o no) a tener que lidiar con su dolor, problemas, trabajo y pareja sin algo que les ayudase: no se ven capaces. Y también, como no, están los siempre socorridos “stamp bags” o papelinas de heroína del tamaño aproximadamente de un sello grande que se venden por 10 dólares, lo cual es razonablemente barato como coste mínimo -aunque en Madrid una cantidad similar se vende por 5 euros, y he visto vender hasta 1 euro de heroína (para “manchar” la base de coca)- de manera que casi cualquiera pueda acceder a ello. Aunque la heroína que suelen tener en USA suelen usarla inyectada o esnifada, no fumada. Y eso añade un problema más porque esas vías de administración producen más muertos, ya que la impregnación del organismo con la droga se produce de golpe y no se puede detener.

Y a todo este panorama, que ha ido empeorando con cada decisión y con cada acción tomada, se le añade un nuevo actor que agrava el problema: el fentanilo y sus derivados. Son opioides muy potentes que equivalen a decenas o cientos de veces la misma cantidad de morfina o heroína. Los narcos lo han descubierto y han visto que resulta más fácil sintetizar medio kilo de eso que sembrar, recoger y procesar varias hectáreas de adormidera y transformarla en heroína. 

En muchos casos, la droga que usan no es ni siquiera fentanilo, sino derivados del mismo que -como son legales- no tienen ni que sintetizar, sino que se encargan vía Internet a China. Los narcos del mercado negro han empezado a usar estas superpotentes drogas para fingir las otras, prohibidas o restringidas como la heroína o los mórficos de farmacia, con el resultado añadido de que -de golpe- mueren grandes porcentajes de grupos locales de usuarios de drogas cuando les llega una partida adulterada con estas otras moléculas por sobredosis, principalmente debido a que esnifan o se inyectan de golpe la dosis que creen adecuada, y no calcularon bien. Muertos porque el mercado negro -creado por la prohibición de las drogas- no ofrece datos de pureza.





Mientras en USA sufren una epidemia por uso de opioides (legales o no) que les ha obligado a hacer que la policía se tenga que entrenar a llevar y usar naloxona inyectable -el antídoto de los opioides- debido al elevadísimo número de sobredosis que sufren como sociedad, en Europa las políticas de prescripción de opioides son extremadamente rígidas en general, y aunque poco a poco los médicos se van abriendo a recetar mórficos para dolores severos, el tratamiento de los pacientes con dolor carece de cierta homogeneidad por zonas locales y queda a discreción del médico, quién en el caso europeo sufre otro incentivo perverso pero en sentido opuesto: mejor no recetar mórficos. ¿Por qué?

Tienen la idea -debida a la falta de uso- de que su capacidad adictiva es inmanejable o saben que si prescriben esos fármacos serán mirados con más atención por parte del sistema. O simplemente -como me dice mi propio médico- porque para rellenar una receta de estupefacientes (así se llaman en España) hacen falta más datos, copias y sellos que para comprar una casa. Así que si nadie se lo ordena (lo que equivale a que te lo recete un internista o un traumatólogo como poco) ellos no van a poner en tus manos algo que sólo les puede traer problemas e incordios. ¿Que te quedas con dolor? Díselo a un especialista, que ellos -los de familia o “cabecera” sólo firman y por tus recetas “complicadas de rellenar y peligrosas de emitir” no cobran más, y sí tienen que rendir muchas más cuentas al estado.

El tratamiento del dolor clínicamente con opiáceos parece ser un péndulo que se mueve entre dos posturas extremas, ambas perversamente incentivadas: la de USA con unas tasas altísimas de prescripciones de estas drogas vs. la de Europa que en una mezcla de moralismo y miedo se quedan extremadamente cortas.


Si en el medio está la virtud, ésta queda 
-políticamente en materia de opiáceos-
 en mitad del océano Atlántico.